Esta nueva forma de ser Iglesia hay que pensarla, formularla, compartirla
y proponerla. Pero sobre todo hay que orarla. Esto es lo primero. Ello significa y exige pedir perdón por no haber sido un buen integrante de esa comunidad de vida; de interceder para conseguir inspiración, luz y fuerza para hacer una buena propuesta de lo que tiene que ser; escuchar la palabra que nos hablará del Fundador, de su obra preferida, de su espíritu, de sus primeros integrantes, de las comunidades de los primeros tiempos; agradecer todo el bien que la Iglesia ha hecho y me ha hecho; alabar al Señor por su obra maravillosa y por su proyección en la sociedad de nuestros días.